lunes, 10 de diciembre de 2007

Frankfurt y Colonia

De vuelta del puente hoy me ha tocado quedarme en casa esperando la revisión del gas. Total, para que diga que la caldera va mal, que tenemos que tener cuidado y que nos recomienda cambiarla, blablabla. Como siempre, el propietario se desentenderá y tocará negociar con él como si de un juego se tratara. Así que tengo más tiempo para escribir en el blog y hablar del puente. ¡Algo bueno tenía que tener!

El puente lo hemos pasado en Frankfurt. Es una preciosa ciudad alemana situada en Hessen (en el centro-este del país) con una espectacular mezcla de tradición alemana y la más avanzada tecnología. Es el corazón comercial de Alemania (y por tanto, de Europa) y se nota en sus espectaculares BMW, Mercedes, Audis y Porsches que circulan por el distrito financiero. Su skyline es espectacular, de hecho le llaman Main-hattan en honor a la ciudad de los rascacielos... y la sensación de pasear entre esos colosos de acero es increíble. Son majestuosos, la máxima expresión del poder humano, y te hacen sentir insignificante. Una insignificancia nada nueva; porque esos edificios pueden ser hyper-modernos, pero se basan en el principio máximo de esta nuestra sociedad fálica. "El mío es más grande que el tuyo". De edificio, se entiende, así que, lector, ¡Hazte del Deutsche Bank que el suyo (rascacielos) es como el doble de grande que el del e-commerce Bank!

A parte, el distrito financiero tiene una ópera nueva impresionante, con mil óperas e interpretaciones de Navidad (desde Tchaikovski a las típicas obras religiosas de Bach o Schubert de estas épocas). Casi tan impresionante como una calle en la que aparecimos sin saber cómo dónde podías ver tiendas de Gucci, Prada, Versace, Yves Saint-Laurent y todas esas marcas pijas que ni vosotros ni yo tendremos nunca (porque no nos engañemos, a parte de que no nos gusten, jamás podremos comprarnos una camiseta de -inserta aquí una cantidad prohibitiva- euros).

El resto de la ciudad es una típica y funcional ciudad alemana. La ciudad, como todas en Alemania, fue destruída casi por completo en la Segunda Guerra Mundial, así que su bello casco histórico es hoy agua de borraja. Una lástima, porque reconstruyeron unas cuantas casas emulando a las de antaño, y la verdad es que son dignas de ver. Pero lo mejor... el mercado de Navidad. El de Frankfurt es famoso en Alemania, y la verdad es que la fama se la tiene bien ganada. Es parecido al mercado de Navidad típico español, pero con comida y bebida añadida... y sobretodo dulces!!! Así que los que me conocéis, no hace falta que penséis mucho sobre qué es lo que he comido más: mil tipos de chocolates, pastas, dulces (mención especial para los kuss!) y postres que asaltaban mi olfato y vista a cada esquina. Y sí, soy débil y mi fuerza de voluntad es la misma que la de la pollina intentando dejar de fumar, así que éstos días ha sido como estar cerca del Paraíso... aunque en el Paraíso espero que no haga tanto frío, porque virgen santa que frío he pasado. Como hacía años que no recordaba, en la más dura e indómita niebla de Lleida.

Al margen de Frankfurt, y sus restaurantes (buenísimos y baratos), sus delicatessen, sus bares y demás vida social, también hemos conocido la catedral de Colonia. Impresionante. Tan alta como un rascacielos (160 metros!, en Frankfurt, sólo un rascacielos supera esa altura), fue alcanzada por bombardeos en la Segunda Guerra Mundial (14 en concreto) y aún así aguantó. En Colonia, se vanaglorian de su catedral, el único edificio que quedó en pie en 1945. Y gracias a Dios que se salvó, porque es un magnífico ejemplo de la arquitectura gótica que tardó casi 500 años en completarse. Su estilizada figura le echa un aire a nuestra Santa María del Mar, y como esta última, es difícil compararla con ninguna otra de las que he visto; aunque dicen que algunas catedrales de Francia y la de Burgos siguen sus cánones.

En definitiva hemos dormido (muy) poco, hemos visto mucho, y hemos disfrutado de una cultura diferente a la nuestra, a la que por suerte, al ir acompañados de oriundas del lugar hemos podido disfrutar de otra manera; a fondo. Porque no ha sido tan sólo un viaje cultural, sino un reencuentro con dos viejas amigas que han hecho aún más placentero este viaje. Así que rubia, si lees ésto, muchas gracias por estos días increíbles que ni en mis momentos más optimistas imaginaba así. Y como no, también nuestros recuerdos a Vanessa que ha sido una excelente anfitriona. Ahora toca echaros mucho de menos, pues a pesar de ser alemanas (y todo lo malo que eso conlleva! ;)) sois geniales!

Pdta: Rubia, que sepas que he crecido un centímetro... a lo ancho, tanto dulce tanto dulce! pero por lo menos crezco ;)

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