lunes, 21 de enero de 2008

Una Noche de Caballero

El pasado sábado vivimos un gran sábado de Caballero. ¿Y como es un sábado así? Bien, un día prototipo así empieza con una copiosa cena en casa. Como somos gentes de buen gusto (Vips decían por allí), nos dedicamos a la cocina exótica. Así que degustamos una alegre cena mejicana. Sí, quizá los burritos no son el plato estrella del Ritz, pero para nosotros siguen teniendo un toque de distinción. Con un postre a base sorbete de limón con cava, nos fuimos poniendo a tono.

Ahora era el momento de empezar la noche. María causó baja, ya que la víspera había tenido mas juerguecilla. Así que los tres magníficos restantes fuimos a reunirnos con la señorita De la Piedra, también conocida como "La Mafiosa". Luis también era baja, después de un día en el Ikea(La pesadilla de qualquier hombre). Una vez juntos, cogimos nuestro primer destino, un bar especializado en "chupitos", en pleno Raval post-redada anti Al-Qaeda.

Chupitos...puedes juntar las más variopintas sustancias, venenosas, ilegales, y sacar un nuevo chupito con nombres tan sugerentes como "Orgasmo", "MataToros", etc. Nos tomamos unas 5 rondas de venenos varios de esos, con lo que teníamos el ánimo bien arriba, para poder saltar a otro lugar. La mafiosa propuso ir a tomar un "mojito"(otro toque de distinción) a un bar al final de la rambla.

Bajar la rambla un sábado es un continuo esquivar de putas, guiris borrachos, y paquis vendiendo cerveza. Cuando vivía en Lleida, y oía hablar del Barrio Chino en las novelas o en el cine, creo que me cogía la misma sensación que una noche bajando las ramblas.

El local del mojito era un local un poco trendy, donde la media de edad subía vertiginosamente. Tan vertiginosamente como el alcohol en nuestras venas, después de caer el mojito y un saladito Margarita Blue para acompañarlo. Y ahí la noche empezó a emborronarse en mi cabeza.

Salimos la mar de contentos de allí, yo habiendo robado, sin ninguna razón que recuerde, un pote de tabasco. Entonces tomamos la típica decisión, carente de prudencia, de rondar, sin un rumbo muy decidido, buscando otro bar donde rematar la noche, pero ¡hay!, ya habían tocado las campanadas, y cenicienta tenía que volver a casa, así que todo estaba chapando ya. Acabamos finalmente en el metro, donde mi cuerpo dijo basta de forma definitiva, y mis compañeros, gentilmente, me ayudaron a llegar a casa de forma mas o menos digna.

Y la noche terminó así, después de haber compartido muchas risas, algunas idas de olla, y alguna que otra conversación con algo de substancia. Como veis, nuestras noches no tienen desperdicio...

1 comentario:

Anónimo dijo...

5 chupitos.. mariconadillas hombre!!
Un metro de chupitos cada uno!! Eso si que es enchupitar!!
XD